Lo que la pandemia nos quitado, lo que la pandemia nos ha dado.
Echo de menos salir a pasear por la noche, los días entre semana, cuando las calles están casi vacías. Cuando, si tengo el espíritu calmado, es posible que en mis auriculares vaya sonando Arms & Sleepers. O, si estoy algo más sensible, quizás Morcheeba o alguna selección mía de trip-hop.
Pero los que más echo de menos son esos paseos cuando te apetece sumergirte en lo emocional. Oh, para esas noches tengo mi playlist perfecta: "Solitude"; repleta de esas canciones que no solo atacan a las fibras más sensible sino que muchas de ellas crean una conexión directa desde tu diafragma con cada una de las terminaciones nerviosas de tu cuerpo. El titulo no tiene la exclusiva por los solitarios paseos, sino que acaba justo con la canción titulada así, de Duke Ellington y cantada por la magnífica Billie Holiday. Una selección que, aunque aún me falta pulir una o dos canciones, está diseñada para esos momentos cuando sabes no encontrarás a (casi) nadie y tan solo quieres retozarte en lo emocional. Noches en las que poco importa si te cruzas a alguna persona, porque tú, inmerso en tus auriculares puedes ir cantando como si estuvieses flotando en medio del vacío del Universo, donde estás tú, tu música y tus sentimientos.
Echo de menos las risas compartidas, los abrazos (sí, incluso aquellos en los que recibes 2 palmadas en la espalda mientras se mantiene la distancia para evitar el roce de los cuerpos).
Echo de menos las miradas furtivas. Porque, no nos engañemos, las mascarillas tapan tanto que ahora nos miramos fijamente a los ojos, mientras nuestra mente construye virtualmente el resto de las caras. Se pierde la sutileza.
Echo de menos unos labios sensuales que ves pasar por la calle, o esa sonrisa regalada por una persona desconocida que te cruzas.
Echo de menos encontrar anormal esta situación. Pero, a veces, no echo de menos la antigua normalidad.
No echo de menos que nos hubiésemos acostumbrado a una crisis que ha quedado bautizada con el eufemismo de Gran Recesión.
No echo de menos cuando aún no estábamos tan polarizados.
No echo de menos que tantos sectores (como el sanitario) ya estuvieran cargando sobre sus espaldas los años de "vino y rosas" de otros sectores que no han sufrido de la misma manera los estragos de la crisis.
No echo de menos que nos hubiésemos deshumanizado tanto que, de no ser por el virus, no nos estaríamos planteando re-iniciar el capitalismo para hacerlo más humano.
No echo de menos a quienes no entienden que lo más valioso son las personas. Que no hay riqueza que pueda ser producida por máquinas, servida por máquinas y consumida por máquinas en un mundo tecnológico gestionado por la inteligencia artificial.
En cuyo caso no podría echar de menos esas canciones. Ya que por mucho que hagamos avanzar a la I A, ésta jamás podrá transmitirme cualquiera de las emociones que produce esa música. Porque al final, de eso trata este cuento, de humanos que echan de menos compartir emociones con otros humanos.
Comentarios
Publicar un comentario