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El valor que aporta empezar con el porqué





    
     
    
     Complejo dilema que creía tener ya resuelto. Pero en esta época de incertidumbre, tanto personal como social, cuando últimamente he leído, de personas que valoro su opinión, posturas variadas sobre el "Empieza con el porqué", me provoca planteármelo y querer reflexionar sobre ello.

    Una vez más, en este blog, para llegar a lo general lo haremos desde la experiencia personal.

    En la adolescencia (o post-adolescencia) tomamos una decisión que nos definirá profundamente durante mucho tiempo. Tiene que ver con el lugar que queremos ocupar en la sociedad, el "cómo" queremos ser o, en casos como el mío, hay quien se sitúa a partir del "cómo no" quiere ser.
   
    Pasaron mis años estudiantiles, otros tantos de experiencia laboral y, de las actuaciones bajo esta postura, posiblemente tuve más equivocaciones que aciertos.


    Con más de 3 décadas a mis espaldas se presentó una oportunidad que propició un gran cambio de actitud: una etapa de voluntariado en el Sahel.
 
    El proyecto estuvo truncado desde su propio inicio debido a la aparición del terrorismo islamista en Mauritania. De  todo equipo humano que nos teníamos que desplazar, me quedé solo. El principal eje del proyecto se abandonó temporalmente o, cuanto  menos, su realización in situ. Así que me dispuse a continuar con los secundarios. La situación, en muchos aspectos y niveles, me sobrepasó. A pesar de grandes momentos de flaqueza, continué sin rendirme. Aquí podría hablar de resiliencia, de todos los errores y fracasos que cometí -que fueron muchos- de cómo los superé y salí fortalecido… pero no es el propósito de esta entrada.

 Recuerdo que en este mismo blog, nacido precisamente para dar salida a mis reflexiones estando allí, escribí un artículo pregúntándome qué hacía en aquel lugar del mundo. De cuya respuesta se extraía: la satisfacción personal de hacer algo porque ayudaba a alguien. En ese mismo sentido, me explicaba un día el alcalde de la población que, a pesar de la pobreza, allí nadie pasaba hambre: a la hora de comer podías entrar en cualquier casa y te pondrían un plato: es la "ley del desierto". Porque si no te ayudan alimentándote o dándote de beber, puedes morir en medio de la nada.

    Tras casi 9  meses, una vez finalizado el tiempo previsto de mi estancia, y estando enfermo, regresé. Cambiado a nivel emocional, personal, como mi manera de ver y posicionarme ante el mundo.

    El shock fue descomunal. Me costó más adaptarme  al retorno, de lo que me había significado aprender a convivir con una familia local de una pequeña población en una de las zonas más pobres de Mauritania

       Llegué a una Barcelona sumida ya en las profundidades de la Gran Recesión; sin trabajo, sin ahorros y de vuelta a las "necesidades" del primer mundo. Acepté la inutilidad del cómo; aprendí la relatividad de muchos de mis apriorismos y me di cuenta que en ningún camino se avanzaba yendo "a la contra". Por lo que, valorando mis necesidades,  comencé a funcionar con el paraqué. Propiciando que, según el principio de la "resonancia simpática" donde los iguales se atraen,  laboralmente me integrase en una organización donde la cultura empresarial era la de empezar con el paraqué:  las primas y los bonus. El porqué, el cómo, el qué e, incluso, los valores quedaban relegados a él.


    Superadas estas 2 transformadoras experiencias, un día, rebuscando en una librería me crucé con el libro "Empieza con el porqué", de
Simon Sinek, obra que me acabó proporcionando el nombre de la cosa a aquello que ya tenía claro.

    Aunque no defienda que se hayan de descuidar los cómos ni los paraqués , pues también hay que poner el foco en los objetivos, al final de esta reflexión (desglosada a partir de lo personal)  vuelvo a mi punto de partida: empezar con el cómo (ser) es lo que hacemos de adolescentes, empezar con el paraqué es lo que hace quien prioriza cubrir sus necesidades. Pero lo que realmente nos mueve, donde somos fieles a nuestros principios y a nuestros valores es cuando empezamos con el porqué y, esa, es la potente idea que atraviesa todo el libro de Simon Sinek.

    El autor (que analiza lo general), contrapone quienes empiezan con el qué (hacen), luego se preguntan cómo (hacer) para, finalmente, provocar una acción. Frente a los grandes líderes y las empresas innovadoras, que empiezan con el porqué  hacen lo que hacen.
 
    Ejemplos ilustrativos utiliza  muchos: desde los discursos de Barak Obama o Martin Luther King, hasta otros tantos de la gran empresa del porqué, Apple:
 
     Frente a un posible anuncio que empieza con el qué
 
     Fabricamos unos ordenadores fantásticos.
    Tienen un diseño precioso, son sencillos y fáciles de utilizar.
    ¿Quieres comprar uno?
 
 
lo plantea cambiando el orden para empezar con el porqué
 
      Creemos en desafiar el estado de las cosas con todo lo que hacemos.
      Creemos en pensar diferente. 
      Nuestra manera de desafiar el orden establecido es fabricando
      unos productos bien diseñados, sencillos y fáciles de utilizar.
      Y da la casualidad que fabricamos unos ordenadores fantásticos
      ¡Quieres comprar uno?
 

    Sinek sentencia: "Apple no se limita a invertir el orden, sino que su mensaje empieza con el porqué, esto es: con una finalidad, causa o creencia que no tiene nada que ver con lo que hacen […] Hay algo más, algo difícil de describir y casi imposible de copiar que confiere a Apple un nivel tan desproporcionado de influencia en el mercado.  El ejemplo demuestra que la gente no compra el qué haces; compra el porqué."
 
 
    Así que, tanto una organización o tú, como individuo, en tu trayecto profesional o en el personal, cuando defines tu porqué, a partir de tus valores y principios, de tu causa, de tu creencia... y  actúas empezando con el porqué, la huella que dejarás en el corazón de las personas no será lo que haces, será el porqué haces lo que haces y, de allí, es de donde nace la confianza.
 


 



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