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Mi deseo para el 2021






 

 

 

 

    Desde  el año de la incertidumbre mirando al futuro y a la Edad que da comienzo.

 

    Demasiado tiempo procastinándolo.

    Tenía intención de retomar este blog con una primera entrada donde hablase de su título, del porqué lo creé y por qué lo nombré así, hace algo más de 10 años durante una larga estancia en el Sahel mauritano.

    Escribir un primer artículo explicando todo lo aprendido viviendo allí. De las miserias del ser humano y de las del primer mundo. De las similitudes entre esa "evolución entrópica" personal y por la que transitamos en la situación presente.

    Pretendía desarrollar una exposición sobre como el verdadero conocimiento llega mucho después, cuando la mente ya lo ha asimilado todo, cuando la experiencia ha creado nuevas conexiones neuronales a partir de esas vivencias y permite acercarte a ellas examinando ya no los sumandos de todos los conocimiento adquiridos sino los totales que ellos han aportado. De como te das cuenta que todas esas miserias que, desde la distancia, veías en la sociedad del primer mundo no eran más que proyecciones sobre la sociedad, sobre grupos de personas o -incluso- sobre individuos concretos, de tus propias miserias.

[…]


    Subió la marea. llegó la Covid y dejó su resaca.

[…]


    Inmerso en el zelgueist que la pandemia ha condicionado, influenciado por el periplo a través de una década repleta de desafíos, de constantes transformaciones internas como externas (4ª revolución industrial, la tecnológica, de las comunicaciones y del conocimiento)  y no exenta de resbalones varios sobre los profundos círculos de mis infiernos personales; tras cruzar el que ha sido el gran año de la incertidumbre y tras pasar por todas las etapas (negación, miedo, ira, negociación y aceptación) del reconocimiento de la perdida (entre en los laberintos de uno mismo), hace un par de semanas devinieron dos sucesos triviales que, a modo de catarsis, me sirvieron para retomar el blog partiendo de una perspectiva diferente.

    Mi madre comparte mediante un grupo de WhatsApp un anuncio de la librería Bertrand de Lisboa (merecedor de varios premios) donde una niña va descontando días del calendario mientras prepara la vuelta a casa por Navidad de su padre... Puedo decir que ha sido la publicidad más emotiva que he visto estas fechas.
  
    Dos días después, los medios se hacen eco de que Turrones El Almendro ha decidido no hacer su ya clásico spot navideño, con la histórica melodía "vuelve a casa por navidad". Tradición que rompe por primera vez desde 1980.

    Sin criticar a la empresa, teniendo en cuenta que en el momento de preparar la campaña de Navidad no podían saber si las fechas navideñas habría confinamiento perimetral o total o…  tuvieron que tomar decisiones frente a esa incerteza. Puedo aventurar que les pudo el miedo. Imagino las reuniones: sopesar entre la tradición y opiniones desde ópticas menos conservadoras; entre los medios de gestión de crisis "de siempre" y el temor al fusilamiento en las (des)conocidas e incontrolables redes sociales. Al final, el triunfo del pánico frente a lo desconocido  y el definitivo abandono de una tradición (garante de éxito) debido al vértigo de caminar sobre el filo de nuestra voluble época.


    Existe una cita, atribuida a 2 padres diferentes (Gramsci o Bertolt Brech) y de la cual desconozco su exactitud, que nos habla del interludio donde lo viejo no acaba de morir y lo nuevo, de nacer; el lugar donde aparecen los monstruos.


    De manera cíclica, aunque  irregular, hay acontecimientos que precipitan todos aquellos cambios neonatos: sociales, culturales, tecnológicos y que, en una suerte de instante transcendental, producen un situación de no retorno (la Revolución Francesa)  donde todos ellos eclosionan y se desarrollan de manera plena, creando una falla en el continuo de nuestra Historia a partir de la cual empezamos a hablar de una nueva etapa para la humanidad. Cuando los historiadores miren hacia atrás, cuando tengan que definir el acontecimiento mediante el cual acaba el periodo de la Edad Contemporánea y comienza al que pertenecerá nuestro futuro, probablemente sean las inmediatas consecuencias de este 2020 y su pandemia, el punto de inflexión.

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    Cualquier día te despiertas, sales de un sueño vivido y aceptas que precisamente son tanto todos tus errores, como el daño que puedes llegar a hacer y hacerte, una parte de lo que te conforma, de lo que te define, lo que te ha llevado a ser quien eres. Descubres que aquello que te hará salir del sueño será cómo decidas cargar con ellos y seguir adelante.

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    El Covid es nuestra "pastilla roja", nuestro despertar como sociedad. Sabemos que el ser humano, como individuo y como comunidad, es capaz de las mayores barbaries y de los actos más sublimes. Pero cada cierto tiempo se dan acontecimientos que nos obligan a poner el contador a 0, a mirar hacia atrás, sopesar toda la carga que arrastramos y decidir qué partes dejaremos eclosionar y hacia dónde.

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    Dicen que fuera de tu zona de confort, en la cual te mantienes porque nada cambia y te genera estabilidad, es donde pasan cosas maravillosas; que para obtener un resultado diferente nunca ocurrirá haciendo siempre lo mismo.

    Para mí, que la zona de confort es precisamente no tener zona de confort: allí donde me arrasa la ansiedad es frente a la monotonía de lo conocido, que aquello que me reta es aprender algo nuevo hasta obtener cierto dominio, puedo decir que no existe el cambio -que conformaría ruptura-, es simple evolución: como ser hijo, padre y abuelo, una adaptación a diferentes realidades. La decisión es el camino a recorrer, pero siempre en movimiento, pues es en la quietud donde sólo contemplas el cierre de ventanas de oportunidad.

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    Pasará la pandemia, volverán subir y bajar todo tipo de mareas.

    Así que mi deseo para este primero de año es que no nos dejemos abatir por la fatiga tras la epidemia, ni por el miedo a lo que está por llegar, que nos sintamos ilusionados, desechemos esos inputs de futuros distópicos que continuamente recibimos desde todas las manifestaciones culturales de nuestra época. Que en la próxima resaca superemos las tres crisis de fin de era (sanitaria, socioeconómica e identitaria) sin caer en el antropocentrismo ni en el individualismo, priorizando lo humano y sus valores. Que desde ese punto de partida desarrollemos el salto tecnológico en el que estamos inmersos, utilizando la tecnología como una aliada, que acabe siendo una capa externa que nos amplifique, sin implosionar aquello que nos hace persona. Que aceptemos la vida en simbiosis con el planeta que nos acoge y con el resto de sus seres vivos, para una vez tengamos en orden nuestro hogar, aprovechando que este 2020 también ha sido revolucionario en la exploración espacial, podamos visitar otros planetas sin una actitud de conquista, sólo con la intención de ampliar nuestros hábitats en este infinito universo, estando preparados para el que debe ser un futuro fascinante.



  P. D. Este artículo va diseccionando de lo concreto (yo) a lo a lo universal (el mundo y la época que vivimos), es una conversación entre el que escribe y sus lectores. Pero realmente es un monólogo conmigo mismo: cuando giro la cabeza atrás, son mis errores los que veo, igual que al proyectar deseos de futuro o incitar al movimiento, también es a mí a quien empujo.  Sin embargo, como en lo universal estamos todos, espero que cualquiera se pueda meter bajo mi piel y le sirva para darse las mismas esperanzas y mirar al futuro sin miedo.




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